Continúan existiendo héroes en el Club

Conozco bien esas miradas. Sé qué se siente en el interior de esa cabaña. Estos cinco niños no son «unos cualquiera». Todo aquel que sepa observar bien y que mantenga todavía cierta capacidad para percibir lo verdaderamente auténtico, se dará cuenta que esos niños seguramente sean cinco experimentados supervivientes que pasarán la noche bajo el gélido manto que exhalan Los Urales en pleno invierno. O puede que estemos frente a cinco soldados especialistas en capturar importante información en el frente enemigo o incluso podrían ser cinco exhaustos náufragos que acaban de alcanzar la orilla de una de las recónditas playas de La Isla de La Pozuela y que deben enfrentarse a su primera noche rodeados de alimañas exóticas e insondables peligros. No hay más que ver el brillo de esas miradas, no lo pueden ocultar.

A medida que uno crece, se apaga la capacidad de identificar estos héroes, pero aun así es fácil percibir en estas inconfundibles miradas lo mismo que sentíamos los miembros de mi destacamento en el interior de nuestras cabañas hechas con la leña que el Sr. José acopiaba frente al chalet de invierno, hace casi ya 40 años.

En cada una de esas cabecitas cobra vida otra lejana realidad que alimentará unos ideales que forjarán sus destinos; pura magia.

Una secuencia así nunca podría pasar inadvertida para un espartano que salvó al Club Pozuela de la crueldad de los ataques del ejército persa en la batalla de las Termópilas. Se de buena tinta que la exuberante e incontenible imaginación de estos héroes les convierten en verdaderos centinelas de sus ideales. A fe que sé de lo que hablo. Estamos bien seguros en nuestro Club.

Cosa distinta sería si la cabaña hubiera sido construida a base de sillas, tapetes y otros menajes del club. Esto ya sería otra película… 😉

Disfrutad.


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